El sueño de la esposa del pescador (Hokusai, 1814)

Cultura de la pedofilia y decadencia del matrimonio tradicional en Japón

Elena Carmona
14 min readJun 26, 2020

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Las enormes pantallas digitales instaladas en las paredes de los edificios del barrio rojo de Kabukichō despiertan las calles de Tokio como un mar de luces de neón de distintos colores. Caricaturas de chicas manga con pechos exuberantes y cara de niñas; radiantes adolescentes rodeadas por letras “X” parpadeantes; catálogos de modelos soft porn que te alientan a hojear unas jóvenes disfrazadas de colegialas; hoteles extrañamente llamativos con enormes listas de precios en su exterior y muñecas realistas que te sonríen desde los escaparates mientras se sujetan la poca ropa que les queda encima. No muy lejos de allí, en una casa austera, de un solo piso con suelos de tatami, Rina, una artista de 52 años comparte lecho con su marido. Llevan 31 años casados y han pasado unos 20 desde que hicieron el amor por última vez.

El matrimonio de los sinsexo

El Ministerio de Sanidad de Japón reconoce estos casos como las parejas “sinsexo”. Según esta institución, una persona se considera sinsexo cuando no mantiene relaciones sexuales más de una vez al mes. Japón sostiene el récord mundial de abstinencia sexual, lo que equivale a casi un tercio de la población nipona, y se encuentra entre los últimos países en el índice de natalidad mundial, lo que se prevé que causará una crisis demográfica que reducirá la población en 25 millones de habitantes en los próximos años. Mayumi Futamatsu, escritora de la novela La habitación de al lado, es una terapeuta especialista en abstinencia sexual en la pareja que recibe mujeres sinsexo a diario en su consulta. Muchas prefieren afrontar el problema — si es que lo identifican como tal — , acudiendo a especialistas, ya que los divorcios son muy poco frecuentes en la sociedad japonesa, donde es preferible guardar las apariencias a expresar en público tus deseos individuales. Estas mujeres están encerradas en matrimonios o relaciones de noviazgo en las que sus parejas ya no quieren tener ningún tipo de contacto íntimo, y en las que ellas mismas empiezan a percibir el sexo como una obligación pesada y exigente. En algunos casos, un matrimonio decide que es preferible incluso, el tener hijos mediante fecundación in vitro a pesar de la plena fertilidad de ambos antes de intentarlo mediante relaciones normales. Los hombres, en buena parte responsables de este fenómeno, se caracterizan por su incapacidad de comunicarse, se les cuestiona la autoridad dentro de la familia, suelen tener trabajos precarios y prefieren la masturbación antes que contar sus fantasías a la pareja o intentar seducirla.

El desarrollo económico en el que se ha visto envuelto el país, sumado a las tradiciones nacionales influenciadas por los valores confucianos en la sociedad nipona, deja como resultado una generación de japoneses con graves conflictos emocionales relacionados con la abstinencia sexual y el aislamiento. Japón ha sufrido un crecimiento económico y tecnológico tan acelerado que podríamos decir que “se han dejado algunas cuestiones morales por el camino”. Y son esos mismos dilemas internos los que han ido degenerando la institución del matrimonio, concibiendo responsabilidades afectivas o cuidados conyugales básicos como la complicidad, la cercanía y la pasión en la pareja como valores de antaño que hoy en día han quedado obsoletos y anticuados. Se podría creer que este progreso iría de la mano de un adelanto en cuestión de igualdad de género al igual que en otras civilizaciones occidentales, pero el machismo sigue muy presente en la sociedad japonesa, una en la que las mujeres se ven obligadas a elegir entre sus carreras profesionales o la maternidad. El Foro Económico Mundial sitúa a Japón dentro de las peores naciones en lo que se refiere a igualdad de género en el ámbito laboral, y se calcula que un 70% de mujeres abandona su puesto de trabajo tras tener el primer hijo. Las mujeres ya no se arriesgan a embarcarse en un compromiso romántico porque este podría potencialmente poner en peligro su carrera profesional, lo que en los casos más extremos ocasiona una reacción repulsiva por parte de las mujeres para con el sexo.

Aún así el fenómeno de los sinsexo en Japón no se puede achacar solamente a un contexto cultural influido por unas características históricas determinadas. Claro que este justifica algunas cuestiones moralmente incorrectas arraigadas en la sociedad nipona, pero no es el vehículo que actualmente las sigue perpetuando. Las necesidades sexuales de los japoneses se han ido deformando y moldeando cada vez más a gusto del capitalismo, que se alimenta de las perversiones de una sociedad sometida en la que la denuncia o la reivindicación social son acalladas por la preservación de un falso bienestar general. En este ensayo analizaremos cómo la industria pornográfica, la prostitución y la cultura de la pedofilia han ido degenerando los deseos y placeres del japonés medio hasta dejar una sociedad infestada de individuos emocionalmente y sexualmente corruptos.

La industria pornográfica

La industria pornográfica siempre ha tenido un gran reconocimiento nacional, llegando a producir en torno a 20.000 millones de euros, representando así un 1% del producto interior bruto del país. Los recursos eróticos al servicio de los japoneses son pintorescos y variados. Solamente en Tokio podemos encontrar más de quinientas cabinas video-box en las que los clientes pasan de una a dos horas de media, consumiendo todo tipo de cintas audiovisuales para adultos. Aún así, el porno que se comercializa, o no contiene escenas de sexo explícito, o se distorsionan los genitales con el llamado bokashi o “mosaico censurador” que lo pixela. Esto se debe al artículo nº 175 del Código Penal Japonés que condena con pena de prisión a quien comercialice con películas porno sin censura. La ley no ha hecho que los japoneses recurran a contenido pornográfico extranjero como cabría esperar, sino que apelan a la libertad de expresión artística para producir otro tipo de porno, el hentai, o porno de animación japonesa, más famoso incluso que el convencional.

Los orígenes del hentai se remontan al s. XVII, cuando se popularizó un género pictórico llamado shunga, donde se retrataban relaciones sexuales explícitas entre personas, a veces incluyendo la participación de animales o criaturas de la mitología nipona. Este tipo de arte no estaba permitido por el shogunato, — gobierno militar — por lo que su distribución se realizaba clandestinamente.

El sueño de la esposa del pescador (Hokusai, 1814)
El sueño de la esposa del pescador, Hokusai 1814

La hiperespecialización es característica en el hentai; la distribución de vídeos que satisfacen cualquier fetiche por descabellado que sea, es algo que atrae a los consumidores occidentales al porno japonés. Uno de los ejemplos más famosos es el del hentai tentacle o violación con tentáculos, un género erótico en el que monstruos de múltiples extremidades fuerzan sexualmente a personajes femeninos y, en algunas ocasiones, incluso las dejan embarazadas. Este fetiche se remonta al periodo Edo, donde se representó por primera vez en el cuadro “El sueño de la esposa del pescador” de Hokusai; pintor que sirvió como canon del shunga mencionado anteriormente [ver foto]. La popularidad de este tipo de hentai en la actualidad también se debe a la estricta censura del gobierno japonés, haciendo del tentáculo un eficiente sustituto del pene en la pornografía. El hentai, gracias a las herramientas que ofrece internet para su distribución y su accesibilidad, se ha convertido en una plataforma donde todas las perversiones y parafilias se ven representadas, desde las inverosímiles e inofensivas hasta unas con serias implicaciones sociales y éticas como analizaremos más adelante. Es por tanto otra forma más que tiene la sociedad japonesa de normalizar un tipo de contenido pornográfico que no sigue necesariamente los códigos morales establecidos por el resto del mundo.

Como el lector podrá suponer, si la pornografía tiene tanto éxito entre los japoneses, también lo será la práctica de la masturbación. En los sex-shops japoneses la inmensa mayoría de productos ofertados están dedicados a la masturbación, y en especial, la masturbación masculina, siendo Tenga la empresa más famosa de productos sexuales con millones de unidades vendidas; algunas disponibles en las cabinas de video callejeras como complemento para el cliente. Los hombres japoneses ya no quieren preocuparse por dar placer a la otra persona, y su disfrute sexual se reduce a la eyaculación. Esto hace que descuiden el diálogo por la rapidez y accesibilidad de la tecnología, haciendo de su interacción sexual algo frío y robótico. Para los hombres más exigentes, existen las Love dolls, muñecas que permiten una experiencia más realista. Las primeras muñecas sexuales se inventaron en los años 30 para animar a los militares en los submarinos; hoy en día las muñecas de silicona cuentan con más de 30 articulaciones, pelo real y se puede pedir la flexibilidad de la vagina al gusto. En un futuro, estas muñecas estarán robotizadas y serán capaces de susurrar y memorizar gustos y posturas. La atracción de los japoneses poseedores de estas muñecas por las mujeres sumisas, calladas y obedientes hasta el punto de preferir las relaciones con un objeto inerte a una persona real demuestra una vez más la misoginia presente en el país.

Prostitución

Mizu Shōbai o “comercio del agua” es un eufemismo para referirse al entretenimiento nocturno en Tokio, y por tanto, a la prostitución. Esta industria no actúa en el país como lo concebimos en Occidente, ya que en Japón no predomina la penetración entre los servicios ofertados. Muchas veces simplemente se busca jugar a la seducción con mujeres disfrazadas, que alimentan la atracción por lo inaccesible. Entre otros servicios, uno de los más populares es el masaje de orejas.

Podemos explicar la evolución de la prostitución en Japón empezando en el período Edo (1603–1868), cuando el clan Tokugawa impuso las enseñanzas moralistas del confucianismo por la preservación de la tradición y la familia. Las autoridades intentaron regular el negocio de la prostitución, permitiendo su actividad en barrios concretos como Yoshiwara, donde las prostitutas con licencia podían ejercer y se sometían a chequeos médicos periódicamente para evitar, en la medida de lo posible, la propagación de enfermedades venéreas. Más tarde, en la era Meiji (1868–1912) surgió un movimiento anti-prostitución, y tras la Segunda Guerra Mundial se abolió el sistema de prostitución legal vigente en esa época. Por último, en 1957 se emitió la Ley de Prevención de la Prostitución, lo que no evitó que el negocio adoptara nuevas formas de propagación, e incluso se produjeron más casos de violación un año después de entrar en vigor, dejando la intención de mejorar la sociedad japonesa como un intento fallido. Al igual que en el porno, los servicios de prostitución están especializados y se realizan en locales temáticos donde los hombres pueden recrear sus fantasías con chicas disfrazadas (cosplay) o actrices que adoptan diferentes roles. Hoy en día la mujer prostituta tiene que usar la imaginación para complacer, ya que lo convencionalmente atractivo ha quedado obsoleto, y los hombres suplen sus carencias, no solo sexuales, sino también afectivas, en locales donde las mujeres juegan con ellos al flirteo, sin llegar a ningún contacto íntimo.

Cultura de la pedofilia en Japón

En el sintoísmo, — religión nativa de Japón basada en la adoración de los kami o dioses de la naturaleza — al contrario que en la tradición cristiana, no existía el concepto de pecado como violación de un mandamiento divino, sino un estado de impureza ritual que aislaba al hombre de dios. La armonía se podía restablecer, no mediante una confesión, sino con un método de limpieza o misogi, que se traducía como un lavado de manos o dientes antes de entrar en lugares sagrados o baños bajo cascadas de ríos cercanos a santuarios. El concepto sintoísta de la pureza tiene su origen en el mito de los dos dioses primordiales Izanami e Izanagi, recogido en el Kojiki (712): después de crear el archipiélago de Japón, Izanagi, de la misma forma que Orfeo, baja al mundo de los muertos para intentar rescatar a Izanami, quien le hace prometer que no mirará hasta que hayan salido de los infiernos. La promesa no se cumple e Izanagi pierde a su esposa y huye perseguido por demonios y dioses del trueno. Izanagi se limpia las impurezas provocadas por el viaje en un río del que nacen más de diez kamis, entre ellos Amaterasu, la diosa del Sol. En el culto sintoísta, el acto de purificación del cuerpo y del corazón se convierte en una limpieza literal combinada con una práctica meditativa acorde con los ideales estéticos japoneses de la esencialidad, simplicidad y de naturaleza intacta.

La apreciación de los japoneses por la pureza característica de la infancia no tendría porqué haber sido problemática si el capitalismo no la hubiera convertido en un producto dedicado a japoneses degenerados, difuminando así el límite entre admiración y atracción sexual. Evidentemente, en el Japón actual la pederastia se condena tanto judicial como socialmente, pero se sigue perpetuando una cultura de la pedofilia mediante muchas prácticas como la estética lolita o el fenómeno idol, que analizaremos más adelante. Hasta 2014, no existía ninguna ley japonesa que prohibiera a los hombres la posesión de contenido erótico infantil en casa, dejando como excepción las caricaturas manga o anime, alegando una vez más la defensa por la libertad de expresión. En los barrios localizados donde se permite la prostitución también se pueden contratar otros servicios como los jk osanpo o enjo kosai: adultos que pagan por dar paseos con adolescentes, jk rifure: adolescentes que dan masajes a sus clientes o burusera: sitios de venta de ropa interior usada por chicas jóvenes.

Las lolis o el género lolicon, como bien sugiere el término derivado de la novela de Vladimir Nabokov, representa el fetiche y atracción sexual de hombres adultos hacia chicas de aspecto infantil e inocente, que a la vez complacen sus deseos sexuales. La estética lolita representa la fantasía de lo prohibido e inaccesible, y es uno de los subgéneros del hentai más populares, ya no solo entre japoneses, sino entre consumidores occidentales también. La primera obra con esta temática fue el manga Shiberu publicada en 1979 por Azuma Hideo, el que es considerado el “padre del lolicon” y que junto a su obra, propició un boom del género en los años 80. La primera serie de animación hentai emitida en 1984 fue creada por Uchiyama Aki y se llamaba Lolita Anime. El fenómeno adquirió tanta popularidad que traspasó la barrera de lo ficticio y se convirtió en un ideal erótico que propició la atracción por chicas con rasgos infantiles como los dientes torcidos, de poca altura, etc. Actualmente existe una subcultura en la que la actitud estética está basada en la moda victoriana, pero siempre mezclada con un carácter juvenil o incluso infantil y muy femenino. Aunque esta tribu urbana no está necesariamente relacionada con lo sexual, está claro que mantiene relación con esta idealización de la infancia y la pureza.

Existe otro fenómeno igual o incluso más extendido en la sociedad japonesa que el género lolicon, uno que sitúa a jóvenes japonesas en posiciones de vulnerabilidad reales ante adultos cegados por una idealización insana por la infancia y la pureza; las idols o celebridades japonesas. Una vez más, el mercado encontró la forma de comercializar con el cuerpo y la imagen de chicas jóvenes para levantar la economía del país, y lo hizo creando ídolos de masas que representaban “la mujer perfecta japonesa”, reclutadas por agencias de talento que convertían a adolescentes en cantantes, actrices y bailarinas. Actualmente, en Japón se crean más de 100 grupos de idols al año, y aunque es un fenómeno que comparte con Corea del Sur, los idols coreanos, tanto femeninos como masculinos, se han ido occidentalizando cada vez más, consiguiendo fans por todo el mundo asemejándose a las celebridades internacionales, mientras que las idols japonesas siguen cumpliendo el rol de niñas sumisas y son admiradas por un público estrictamente adulto y japonés. Los hombres las idolatran de una manera paternalista y con cierto interés amoroso, les entusiasma la idea de acompañarlas en su trayecto al estrellato y en ocasiones es tal la devoción que sienten por ellas que dedican todo su tiempo y dinero a apoyarlas. Para el público general, una idol japonesa empieza a perder interés cuando cumple la mayoría de edad, y estas son muy consecuentes con los deseos de sus fans, hasta el punto de tener que ocultar o renegar por completo de su vida privada, como el caso de Minami Minegishi; una integrante del grupo AKB48 obligada a raparse la cabeza al cero públicamente mientras emitía una disculpa entre lágrimas por haber sido fotografiada por paparazzis tras pasar la noche en la casa de un chico. Los fanáticos de idols japonesas (su edad oscila entre los 20 y los 70 años) acuden a conciertos y eventos donde éstos pueden conocer a las jóvenes y saludarlas con un apretón de manos, algo que a un occidental le puede parecer un gesto cordial, pero que para un japonés anciano tiene implicaciones de carácter sexual, como era concebido antiguamente en la sociedad japonesa. El grupo AKB48 celebra cada año las Annual General Elections, una competición en la que los fans votan su idol favorita de entre las 300 integrantes que componen el grupo. Algunos fans están tan entregados que acuden a templos sintoístas (otra vez, devoción por la pureza), para rezar por ellas y darles suerte. Las 80 primeras se convertirán en estrellas durante los 12 meses siguientes y adoptarán el papel de las Idols de la Nación. Esta competición es la máxima expresión de la dependencia de aprobación masculina en Japón, incentivada por la visión del negocio de las idol como una plataforma donde hacer tus sueños realidad, además de ser la única industria en la que la mujer es la protagonista.

Nuevas generaciones y reacción del gobierno japonés.

Hoy en día los hombres sinsexo están siendo sustituidos por una nueva generación de solteros a los que llaman “herbívoros”, que ya no solo se desinteresan por el contacto sexual dentro de la pareja, sino que rechazan el amor romántico por completo. Para ellos, el concepto de pareja representa un concepto obsoleto, priorizan el amor propio sobre el sexual y representan un tercio de los japoneses de entre veinte y treinta años. Solo en 20 años se ha duplicado el número de solteros, y en Tokio hay más mascotas que niños menores de tres años. El contexto económico del Japón moderno hace que los jóvenes vean las relaciones duraderas como un gasto y una gran responsabilidad que no están dispuestos a asumir. El gobierno está preocupado por la crisis demográfica inminente que puede desatar este fenómeno, por lo que está impulsando medidas para revertir la descontrolada pérdida de población como incentivos fiscales a parejas casadas con el fin de estimular la maternidad.

Cuando se dice que “Japón representa el refinamiento erótico llevado al extremo”, no es más que una romantización de una región en la que el mercado ha conseguido opacar los códigos morales para que un sector de la población pueda cumplir sus perversiones a sus anchas, y el resto del país esté demasiado cómodo como para condenarlo. El bienestar material y tecnológico propaga el placer inmediato y sin esfuerzo, haciendo que la pareja esté desapareciendo en beneficio del individuo. Ha surgido en Japón una nueva sexualidad egocéntrica consistente en la evasión de la realidad; un tipo de relación sexual en la que lo que desaparece no es el sexo, sino la relación; una sociedad que ha pactado con el capitalismo por el cumplimiento de todos sus placeres a cambio de su juicio y su voz. ¿Es esta la evolución lógica que nos depara el futuro tecnológico? ¿No es el resto del mundo responsable de erradicar estos comportamientos antes de que se extiendan por todos los países, antes de que el mercado y la tecnología borren cualquier reminiscencia de humanidad?

Bibliografía

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Elena Carmona

Elena Carmona cursa Estudios de Asia Oriental en la Universidad Autónoma de Madrid. Escribe en las páginas de CoreaCultura y Acchikei.